Las contradicciones del "mundo libre"

Ayer se supo de la condena a muerte del ex dictador Saddam Hussein. No me caía bien el tipo, aunque no tuve el dudoso placer de conocerlo, y estoy seguro de que más de uno hará palmas con las orejas con más razón que yo ante la idea de verlo colgado de la horca. Justicia divina, un genocida ocupando el sitio que le corresponde. ¿Quién no se acuerda de Mussolini colgado boca abajo junto a su amante? Lo más seguro es que Hitler también hubiese acabado con el cuello dislocado, merced a una soga bien prieta. ¿Pena? Ninguna. ¿Justicia? En cierto modo sí, la que ejercen las masas vengativas, cargadas con las razones que los muertos echados a la espalda otorgan. Pero, un momento... ¿Entonces qué es, justicia o venganza?

Me importa un bledo. Porque lo que hagan los hombres es cosa de hombres, susceptibles de equivocarse tanto como equívocos son sus valores. Pero los Estados... eso es otra cosa.

Recapitulando un poco, se supone que la Administración Bush inició una cruzada (ya he perdido la cuenta de las que se han emprendido desde que Urbano lanzara la primera, allá por 1099) para exportar los valores occidentales a un rincón bárbaro de Oriente Medio. ahí está la trampa, ¿no la véis? Valores. Cuántas veces se nos metió con calzador que la guerra se había emprendido por ciertas armas de destrucción masiva y para instaurar la bendita democracia en Iraq. Las armas no aparecieron, y la democracia está tocada de muerte.

Si los valores democráticos consisten en ejercer con vitola de legalidad el mismo principio que los caprichosos dictadores, entonces esa democracia no es la mía. Hussein merecía pudrirse en una cárcel, vivir una vida de huillación por todo lo que ha hecho, pero no morir. Porque las democracias ejercen justicia en función de unos valores que no hacen sino recordarnos que no somos ni animales ni chusma iracunda que se mueve a base de impulsos de hígado.

Un giro de tuerca más en este camino hacia la barbarie. Porque la barbarie no es menos terrible ejercida desde una burocracia que desde el capricho de un cacique.