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El negocio más antiguo del mundo


El tópico dice que el negocio más antiguo del mundo es el del lecho de alquiler. Cuanto más lo pienso, creo que hay otra cosa que, si no igual, pone más cachondos a los motores de la evolución que el propio sexo: la guerra.

Acabo de ver El Señor de la Guerra, de Nicholas Cage. Jamás pensé que una película estadounidense osaría ser tan sincera con el asunto. Todo el mundo sabe, y el que no, que lo sepa ahora, que Estados Unidos es el mayor productor y exportador de armas del universo conocido. Esto puede llegar a ser legítimo, incluso lícito, de no ser porque esta superpotencia va más allá. Desde que se quedó sola en el mundo, se ha vuelto más descarada no sólo a la hora de poner el tenderete de las automáticas en una barriada de Liberia, sino que ya no guarda los complejos a la hora de fabricar las guerras que luego suministra. No añadiré más de lo que ya he dicho sobre Irak (y si te lo has perdido, pincha aquí).

Resumiendo: cuando desapareció el bloque soviético, la bancarrota del imperio rojo hizo que hubiesen almacenados enormes arsenales al mismo tiempo que los soldados (oficiales incluidos) se quedaban, si no en el paro, con una miseria de sueldo. El hambre no entiende de éticas ni de colores, así que para no caer de hambre vendieron sus juguetes al mejor postor, mientras los nuevos Estados se configuraban en el laberíntico crisol que en su día fueron las Repúblicas Socialistas Soviéticas. Los camellos de la muerte hacen su aparición, y no es una metáfora, porque con lo que realmente mercadeaban era con la muerte de los conflictos que encendían el tercer mundo a raíz de la pérdida del statu quo.



Armas automáticas, explosivos, granadas, tanques, helicópteros, aviones de combate, todo eso sale de alguna parte y, que a nadie le quepa la menor duda, está beneficiando a alguien. Y es que algo que siempre dará dinero, aparte del sexo, es el conflicto. Y no hay conflicto sin armas.

La película refleja esta dinámica a las mil maravillas, exagerando lo justo, pero poniendo el dedo en la llaga de las responsabilidades últimas. Las legislaciones tienen lagunas, los gobiernos vistas gordas y los fabricantes subvenciones y coberturas. Vamos, todos los ingredientes para poner el mercado negro de las armas a cien por hora en un camino de cabras. En este sentido os recomiendo los últimos diez minutos de película, donde una mente inquieta no puede hacer por menos que aplaudir ante tamañas verdades.

En lo único en lo que creo que dramatiza es en la destrucción personal y humana del protagonista por dedicarse al negocio de las armas. Creo que esa es la gente que mejor vive, aquella cuya conciencia está más tranquila porque nunca se mancha las manos. Son los que pueblan despachos como si de nidos de buitres se tratara, los que susurran las palabras adecuadas tras los oídos adecuados, los que se van de caza y por error aciertan en el compañero en vez de la perdiz (más pistas no puedo dar). En definitiva, el negocio no te puede destruir humanamente porque hay que estar algo muerto a ese nivel para siquiera dedicarse desde la distancia a la venta de los juguetes que en Liberia, Sierra Leona o Afganistán mata democráticamente sin distingo de sexo, edad o credo.
El negocio más antiguo del mundo Reviewed by Omar El Kashef on 1:28 Rating: 5

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