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Ars Translatio


Muchos nos hemos quejado siempre de que el rol parece el primo pobre de otras industrias similares, como el cómic, la literatura o los álbumes ilustrados. Es verdad que la particularidad nuclear de esta afición hace que aproximarse a ella no siempre sea sencillo, fácil o siquiera atractivo, pero hemos de admitir que los que estamos dentro nos llevamos buena parte de culpa. Y, qué demonios, aunque no sea así, hay que tener la misma capacidad de autocrítica que el más feroz de nuestros adversarios, aunque no tengamos demasiadas razones para ello.

Pero, digo yo, para dejar de ser el primo pobre algo habrá que hacer desde dentro, no vayamos a pretender que siempre sean los otros los que, ya no sólo se nos acerquen con ánimo solícito, sino que nos entiendan en nuestras particularidades hasta cuando éstas entran en directa colisión con la corrección pura en el ejercicio de un oficio. No; nada es gratis, me temo.

La fórmula, creo yo, pasa por algo que he repetido en alguna que otra ocasión: dignificar y no tanto profesionalizar; porque la profesionalidad siempre mana de la dignidad de la actividad ejercida. La dignificación (o falta de ella) del rol, como afición y como oficio, tiene mucho que ver con ese afán de meternos en la caverna del que también he hablado otras veces. Llega un momento en el que el ser tan "particulares", tan "especiales" y "librepensadores" nos da carta blanca para hacer las cosas como nos dé la gana, siempre que se circunscriba a nuestras posibilidades económicas y el rigor con el que seamos capaces de desempeñarlas. El problema sobreviene cuando la cartera tirita (casi siempre en esto del rol) o el rigor está en un confín que no nos hemos molestado en explorar, y eso, amigos, es el pan nuestro de cada día del rol de mesa escrito.

Ya me he referido en este mismo blog a lo que considero rigor editorial, específicamente en cuanto a criterios formales, técnicos y físicos, del libro (papel, tirada, encuadernación, etc.). Pero los criterios de rigor también han de reflejarse en la imagen gráfica o la hechura del propio texto. Y notad que he hablado de imagen gráfica, no sólo de ilustraciones, porque no es lo mismo, y pocas veces somos conscientes de que tan importante es un texto correcto como una imagen gráfica coherente. Pero hoy no quiero hablar de gráficas, que no controlo en absoluto, sino de lo otro, el texto, concretamente de algo que me pilla bastante de cerca: la traducción.

De largo nos viene en el rol español que las traducciones las hacen los amigos del editor que controlaran algo de inglés, convencidos de que un profesional cobra demasiado para este sector tan pobre que puede permitirse perder dinero en un producto deficitario pero no pagar una traducción en condiciones. Pasaba desde los tiempos de Joc y se ha perpetuado hasta hoy mismo, pasando por el mítico periodo de La Factoría de Ideas. En España, aún hoy, traduce rol quien sabe más de rol que de traducción y eso, sin estar mal, es un arma de doble filo que puede deparar malas sorpresas. Un traductor es, de por sí, un profesional de obligada alta capacidad de adaptación. Si bien la especialización es aconsejable, ha de poder traducir un contrato, un testamento, un manual de lavadoras o una novela con cierta solvencia. El traductor no tiene por qué conocer el rol, ésa es una de las razones más aludidas para no recurrir a gente del gremio, sino a aficionados del medio. Al profesional, que no es omnipotente, se le puede dar una guía de términos y nomenclaturas para que sepa lo que es un PJ, un d10 o un asalto de combate, como habrán hecho los traductores del guión de la serie de Juego de Tronos con respecto al canon establecido por la traductora de Gigamesh. Creedme, traducir rol no es comparable a disciplinas más científicas que sí requieren de un mayor bagaje profesional del medio en el que se mueve cada uno, por mucho que los editores de este medio se hayan querido convencer desde tiempos inmemoriales.

Aunque suene raro, un traductor tiene más de detective intuitivo que de maestro del idioma y, en todo caso, debe conocer mucho mejor su propia lengua que la extranjera a la que sirve (si es bilingüe, mejor), pero tampoco hay que ir a buscarlo a Oz o al Valhalla, por lo que siempre me resistiré de hablar de intrusismo profesional en esto del rol traducido cuando lo hace un aficionado, porque todos empezamos siendo aficionados y el oficio es algo que se adquiere con la experiencia y el aprendizaje de la mano de sus maestros. Con todo, el que se meta debe saber que con conocer cómo se dice una cosa no basta, y ya no él, sino el patrón que recurre a él para efectuar un encargo. Porque si editar, como digo, fuese poner dinero y cara de perro a los acreedores, me temo que todos, con un préstamo del banco, podríamos ser editores, o empresarios, o cualquier cosa que implique inversión. ¿De verdad no creéis que hace falta algo más?

Como en tantas otras disciplinas, la traducción tiene una serie de cánones, de normas y de prácticas que sólo empiezan con el correcto uso del lenguaje y la ortografía (sí, sólo empiezan). Normalmente, ha de respetar una serie de preceptos y nomenclaturas formales que vienen dados por los manuales de buen uso del castellano. No todas las comillas valen; no todos los guiones valen; no todas las capitalizaciones valen. Depende de dos factores fundamentales: qué traducimos y para quién. En el caso del rol, por ejemplo, se ha establecido una nomenclatura propia a la que todos recurrimos, como la "d" antes del tipo de dado, las abreviaturas o los términos más técnicos (nada que no se pueda aprender). Cabe, en este sentido, que cada editorial module ciertos parámetros a su gusto. Os habréis dado cuenta de que Devir no traduce, formalmente, como La Factoría ni Edge, pero todos procuran mantener una base que respete todo lo que no es pura nomenclatura rolera y que viene definido por la propia profesión y la Academia de la Lengua. Uno de los problemas con los que nos encontramos aquí es que adoptamos los vicios de la terminología anglosajona por el hecho de que casi toda la bibliografía rolera nos viene de países de ese entorno cultural. Si allí capitalizan todo, aquí también; si allí recurren al neologismo casi sistemático, aquí también; si allí ponen comillas a los diálogos, aquí también (hasta hace poco).

Me diréis: pero ¿de qué sirve tanta corrección cuando el lector medio no tiene ni idea de estas cosas? Pues por la misma razón que todas las editoriales "serias" son correctas con su propio idioma, al margen del cliente final. Porque los coches se hacen bien aunque no sepamos de mecánica o los edificios se construyen según  unos criterios de rigor aunque no los habiten arquitectos. Sencillamente porque los trabajos hay que hacerlos bien. Así de sencillo. Lo digo porque eso mismo pregunté yo a un maestro del oficio. ¿Qué pasa cuando el traductor se encuentra con un original horriblemente escrito? ¿Ha de mejorarlo, aclararlo y hacerlo legible para el lector de su idioma o trasladar sus defectos para escarnio del autor? La respuesta fue, ya no un sí a la mejora y la aclaración, sino que el traductor está obligado a ello, porque no es un mero papagayo o vocero de un idioma a otro, sino que, ley también en mano, es autor de la versión final y dentro de sus obligaciones está que su obra sea lo más cercana a la máxima corrección. Pensé que si un original es malo, malo se tenía que quedar para bochorno del autor original, pero es que el bochorno de la versión traducida es, y siempre será, para su traductor. Así funciona este oficio, como otros con sus cosas.

Por ello, hay que tener claro que cosas como nombres de reyes, enclaves históricos o dioses mitológicos, por poner algunos ejemplos, no admiten opción en su traducción, siempre que tengan un equivalente reconocido en nuestra idioma. Es Amberes, no Antwerp; es Nueva York, no New York; es béisbol, y no baseball; es Platón, y no Plato, o Atenea, en vez de Athena. Es Enrique VIII, y no Henry the 8th y es Odín en vez de Óðinn, por mucho que queramos ejercer nuestra libertad en su traslado a nuestro idioma o hacer las cosas para que sean del gusto de nuestro público. Porque esa libertad es relativa, cuando no inexistente. Y si queremos dignificar el rol, como muchos hemos aceptado de un tiempo a esta parte, detrás y delante de las barreras del ruedo, hay que actuar en consecuencia. O levantamos el estandarte de la "profesionalización" y el "rigor" con todas las consecuencias o admitimos el remiendo como base de nuestro trabajo, pero las dos cosas en una misma coctelera chirrían que ensordece, especialmente cuando el rigor y la profesionalidad se quedan en la mera declaración de intenciones, inmediatamente rebatida por los hechos.

¿Os imagináis que una editorial pregunte a una fracción de su clientela cómo prefiere ésta una traducción y haga de ese resultado su propia versión de un oficio milenario? Como digo, no se trata de intrusismo, sino de que a jode que se tomen tu oficio como el pito del sereno. No me imagino a los albañiles de la obra preguntando a los jubilados que se agolpan para mirar cómo prefieren que hagan el hormigón, si con más o menos grava. ¿Vosotros sí? ¿Os compraríais una casa hecha con esos cimientos?
Ars Translatio Reviewed by Omar El Kashef on 0:14 Rating: 5

12 comentarios:

Tremandur dijo...

Hola,

Yo creo que en realidad, debería ser al revés de como comentas, me explico: en un documento oficial que necesite traducirse al inglés, el traductor nunca podrá decir que John Doe (en vez de Juan Nadie) born in Emerita Augusta (en vez de Mérida) bla, bla, bla, porque eso no es correcto y falta a la verdad.
Me podrás decir que un juego de rol no es un documento oficial y que no tiene esa validez, pero si requiere del mismo rigor que dicho documento. Estamos acostumbrados a que nos traduzcan todo y quizás ahí es donde comentemos el error. Los Nombres de las personas, localizaciones y ciudades son nombres personales que no admiten tradución, si mi nombre es Alberto, yo no soy Albert, soy Alberto. Otra cosa es la fonética: con Odín o Valhalla o Alá o Troyka, hay grafos que no tienen significado alguno en castellano porque simplemente no existen y además en esos idiomas hay sonidos que no tienen equivalente en castellano y, en esos casos, habría que buscar la forma más acertada de traerlo ese término a la lengua cervantina... que no es traducir (desde mi punto de vista).
Así que, en cierto modo y según creo yo, la pregunta de la grava no es necesaria: se pone la que se debe echar, no la que dicen otro que han echado.

Ah!! y en cuanto a traducir inglés científico y rol... creo poder decir que es igual de complicado porque en los dos existe un lenguaje técnico que si no se conoce, se pueden escribir cosas sin sentido.

Robe dijo...

Hombre, estoy de acuerdo contigo en que las traducciones muchas veces son algo chapuceras, pero es que sigo pensando que muchas de ellas son realizadas con un lector adolescente en mente.

Sobre los nombres propios... pues respecto a lo que decía Tremandur, sí, en parte es así, cierto tipo de nombres no se traducen, pero la regla se aplica cuando entran en juego lugares tan... públicos (demasiado temprano para encontrar la palabra adecuada, espero que pilléis por dónde voy). El nombre propio de un desconocido quizás no debiera traducirse, pero si es una persona o un lugar conocido y ya tiene traducción en nuestro idioma no tiene sentido cambiar la norma. Lo ideal es traducir la ciudad china por Pekín, no por Beijing y que el nombre del monarca sea Carlos I y no Karl V, porque tenemos una historia y una cultura en la que apoyarnos para realizar esas traducciones. La movida viene cuando tienes que traducir nombres propios de un mundo de fantasía, donde el valor y el peso de esos nombres (y por tanto su traducción) los tiene que asignar alguien y el traductor casi que tiene que adivinarlos.

Supongo que mucho hay escrito sobre el tema y no voy a ser yo el que descubra nada. Pero creo que por suerte hemos dejado atrás la "hormiga guisante", el "arco-X" y la costumbre de "targetear" las naves imperiales...

Omar El Kashef dijo...

Tremandour, creo que has leído muy rápidamente mi reflexión. No digo que la traducción científica sea igual de complicada que el rol, sino todo lo contrario. El rol es mucho más asequible. Son otros los que plantean que el rol es tan específico que sólo lo puede traducir un aficionado antes que un traductor... En cuanto a los nombres, creo que también has pasado a vuelapluma. Jamás se traducen, salvo, como digo, si son de la realeza de personajes históricos (o dioses, o lugares con términos reconocidos en castellano). Tranquilo, que no dejarás de ser Alberto :p Como digo, son cosas poco opinables si uno quiere ser "riguroso". Te invito a que leas el post más detenidamente, quizá lo veas con otros ojos :)

Cazacurdas, ¡pobre percepción tenemos entonces de los lectores adolescentes! La literatura infantil debe de ser entonces una basura XD Perdona la broma. No, esa justificación me parecería de juzgado si me la esgrimiese un traductor, la verdad. Por lo demás, estamos de acuerdo. Jamás dije que hubiera que españolizar términos de un juego de fantasía, porque sencillamente no existe la obligación, salvo que tengan un significado en la obra y convenga que el lector los entienda como los entendería un nativo. Devir intentó esto en su canon de traducciones y a veces rozan lo surrealista, la verdad. Pero, por otro lado, tenemos Canción de Hielo y Fuego, donde parece que todo el mundo está encantado con las traducciones de los lugares y los nombres (por no mencionar El Señor de los Anillos, que marcó hasta moda).

Tremandur dijo...

Pues te tomo la palabra :)... igual el leerla con la legaña en el ojo me ha hecho no leerlo con la atención debida :)

Un saludo

Mariola J dijo...

En muchos juegos sigue apareciendo el término "chequear": Haz un chequeo de dificultad. ¿En serio no hay más palabras? XD
Yo soy defensora de que cualquier nombre extranjero debería permanecer en su idioma original o hacer una adaptación para que la pronunciación sea parecida.
El mejor ejemplo sucede con los monarcas y familia real, me repatea que llamen a William y Catherine: Guillermo y Catalina (¿qué cojones?). Al llegar a España la prensa se dirige a ellos por su traducción y ellos deben estar extrañados, "¿por qué me llaman Guillermo?" pensará William.
Aunque no habrá mayor chapuzada que los nombres de videojuegos, donde cambian el nombre Refill (japonés) por Raine (inglés y español)(-Tales of Symphonia), Jasmine por Jenna (inglés) y Nadia (español)(-Golden Sun)...
En fin, los traductores mandan.

Omar El Kashef dijo...

Hola, Nebilim. No conozco los casos que comentas, pero me parece que se podría dejar los nombres como están. Más que el traductor, entiendo que manda el departamento de Marketing, que por alguna razón creerá que conviene traducirlos o cambiarlos según el país de destino.

En cuanto a mi reflexión, no hay traductor que mande, sino norma del oficio dictada por la Real Academia. Nos guste o no, en España se traducen los nombres de la realeza. Vamos, que por mucho que a mi abuela le gustase que fuesen "cocretas", eran "croquetas", y por mucho que nos gustase escribir "cacagüetes" se escribe "cacahuetes". El fondo es el mismo, nos guste o no. Pero, como digo, los nombres más fantásticos no tienen obligación de traducirse, aunque sí puede ser de agradecer acercarlos lo más posible a una fonética española.

Un saludo :)

Francisco Ramón López dijo...

Este tema de dignificar un sector me parece muy importante e interesante, y tengo que decir que me pongo totalmente de tu parte Avatar. Mi profesor de Anatomía hizo un día un comentario que viene totalmente a colación. Que conste que estoy estudiando veterinaria, para que no haya confusiones. Ese día estábamos estudiando pequeñísimas estructuras anatómicas relacionadas con el oído que debido a su tamaño, su dificil acceso y la elevada dificultad y coste de la operación nunca llegaremos a necesitar conocerlas para ejercer en una clínica veterianria. En ese momento es cuando nuestro profesor nos contó su historia. Dijo que él provenía de un pequeño pueblo cerca de Córdoba y que cuando les dijo a sus vecinos y familiares que se iba a estudiar veterinaria estos le preguntaron: ¿Qué eso eso de la veterinaria? ¿Un curso de 1 mes en el que te enseñan a vacunar animales y a vendar patas? Un veterinario agrario o uno de clínica se podría ganar la vida sabiendo sólo eso y poco más. ¿Entonces por qué estudiar una carrera de 5 años? Muy sencillo: porque hay que DIGNIFICAR la veterinaria, hay que hacer las cosas bien aunque a la hora de la verdad no sirva para nada. Creo que es justamente a esto a lo que se refiere Avatar. Y esto mismo que he dicho se puede también utilizar en el rol ¿Por qué molestarse en hacer una buena traducción si nadie se va a dar cuenta? Vuelvo a repetir: para DIGNIFICAR el rol. Se trata de hacer las cosas bien, para que si un día un catedrático de lengua española, un escritor o un miembro de la real academia se ponen a leer un libro de rol digan: esta gente hace las cosas bien. ¿Qué es poco probable que esto ocurra? Sí, pero de eso se trata, de hacer las cosas bien aunque nunca nadie lo valore.
Perdón por el tocho pero quería dejar clara mi postura.

Robe dijo...

Hombre, yo tenía en mente al lector adolescente por el registro que suelen usar a veces en algunas traducciones. Y la literatura juvenil e infantil no suele estar plagada de estas cuestiones básicamente porque el escritor original usa un registro que es más o menos cercano (salvando las distancias culturales) al lector, al cual tiene muy en mente; cuando hablamos de un juego de rol... ¿qué lector tiene en mente el escritor? ¿qué registro usa? Porque, exceptuando casos concretos como pueden ser Kult o Unkown Armies, por citar alguno, la mayor parte de los juegos de rol vienen recomendados para personitas de 12 años en adelante... en adelante que pueden ser los cuarenta. Entonces, partiendo de ahí, ¿cómo los traduces?

Que sí, que todo esto es un lío, pero la política de Devir siempre me ha parecido confusa. Si tienes en inglés "Dove Falconhand" ¿por qué lo traduces como "Paloma Mandelcón"? ¿por qué no es simplemente Paloma Mano de Halcón? Que a pesar de ser más simplista se acerca mucho más a la experiencia de un lector anglosajón leyendo el nombre por primera vez.

Yo por ahora me conformo con que revisen las traducciones que se hacen que las más veces se echa en falta un supervisor que establezca algún parámetro. ¿Alguien ha dicho La Factoría de Ideas?

PD.: Aclaración, entended que es un tema que me toca mucho la moral, por eso igual me caliento tanto. Mis disculpas si alguien se siente ofendido personalmente.

Omar El Kashef dijo...

Estoy completamente con lo que dices de la obsesión de Devir y que la fantasía admite interpretaciones variadas. Sólo hablo de lo que recoge la normativa del uso de la lengua y de lo bien que nos iría hacer las cosas "seriamente", aunque sea para que los que nos miren de afuera nos consideren con un respeto mínimo (aparte de que yo no puedo hacer las cosas sabiendo que están mal, qué quieres que te diga).

No hace falta que te disculpes, hablar siempre es bueno ;)

Sendel dijo...

Soy sincero antes de empezar. He leído tu entrada pero no los comentarios de la misma, son hablando en la jerga albañil auténticos ladrillazos de hormigón.

Con todos mis respetos, pero lo que quiero escribir no quiero ser influenciado y si me repito con algo ya dicho, quiero hacerlo porque reconozco que no me lo he leído lo de los demás.

Ahí va mi ladrillacooo:

Señor Avatar, tiene usted razón hasta cierto punto. Porque? es acaso el mundo de rol un arte tipificado que pueda crearse una escuela? yo diría que no.

Genera el rol una necesidad tan imperiosa que hagas como lo hagas siguiendo un ligero canon saber que va a vender si o si? Yo diría que no...

Ahora, está el rol destinado a un selecto público demasiado tikismikis? me temo que si.

Hasta que, no se consiga abrir el coco de verdad, que se está abriendo y se esta haciendo muy bien porque hay gente muy comprometida con ello, hasta tengo la desfachatez de incluirme en ese grupo, las cosas son así... y no pasa nada. Este es el mercado que nos toca, no lo hemos elegido.

Muy buen articulo, como siempre, sin ánimo de ser pelotas. Voy a leerme lo de los demás para no ser descortés y espero no se empalado públicamente por lo dicho :-).

Un saludo compañeros desde El Círculo.

Francisco Bravo (Bulldozzzer) dijo...

Me parece genial todo lo vertido, ahora bien, hay un detalle tontuno en lo que discrepo simplmente por inclinaciones personales. Con respecto a lo de los términos equivalentes en nuestro idioma, como usar Nueva York en lugar de New York, por mucho que sea la norma establecida, a mí me parece un despropósito. Personalmente no encuento ningún sentido lógico a usar el nombre original en algunos casos y en otros la traducción o adaptación que se ha hecho, pues me parece una falta de homogenia que desemboca en la incoherencia. Yo defiendo el uso del nombre verdadero al no haber un consenso generalizado y estandarizado de uso.

SAM dijo...

La RAE tiene unas normas claras (que no me conozco muy bien, la verdad :-P ) respecto a las traducciones de lugares geográficos y personas.
Y los nombres de la realeza se traducen siempre, si no recuerdo mal.

Por lo demás, llevo tantos años aguantando "traducciones" infumables, que hace años que me pasé a leerlo todo en inglés.

Y no hay más que ver algunos documentales del National Geographic o el Discovery Channel (por ser de los peores en esto) para encontrar burradas chirriantes.

Lo dice uno que se ganaba unas pesetillas haciendo traducciones, de rol entre ello. Algún día acabaré de maquetar y publicaré el D6 Adventure que tengo traducido hace año y medio...
;-)

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