El buen pastor

Si nadie le pide cuentas a Dios, ¿por qué iban a pedírselas a la CIA? Esta es una libre interpeetación de una de las últimas frases de esta película magistral desde todos los puntos de vista. Tras horas que duró, y, si bien a algunos se les puede hacer larga, yo agradecía cada uno de los minutos, e incluso hubiese pedido alguno más. Hacía tiempo que no veía una cinta que se recreara tanta en la puesta de bases para su posterior desarrollo. Sin prisas, deleitándose en las situaciones y los personajes, De Niro nos va poniendo el caramelo delante de las narices para que lo olamos, dejándonos morderlo solo a mitad de metraje.

El buen pastor nos cuenta la historia de cómo llegó a nacer una organización tan mastodóntica y polémica como la CIA (heredera de la antigua OSS). El vehículo de tan complejo relato se centrará en el personaje de Matt Damon, un introspectivo estudiante universitario que descubrirá lo bien que se le da planificar las operaciones de espionaje y contraespionaje de su país en la Inglaterra amenazado por Hitler. Su trabajo lo absorberá, convirtiéndolo en un esclavo voluntarioso de su deber, aun a costa de sus seres más queridos.

Sin duda, Matt Damon muestra una madera interpretativa de las que están a la altura de los mejores clásicos, convirtiendo la película en una coral que gira constantemente a su alrededor. Pero no se queda ahí la cosa; El buen pastor es una magistral lección de Historia para quien quiera conocer cómo y por qué se han hecho ciertas cosas en tiempos recientes, desde el intercambio de científicos de la Alemania derrotada tras la segunda Guerra Mundial, hasta la gran partida de ajedrez que fue la Guerra Fría, con su punto álgido en la crisis de los misiles y la invasión de Bahía de Cochinos. Mezclando e proporciones amenas Historia y vida personal, vamos comprobando cómo la macropolítica y su suciedad estremecen las bases de la vida personal, obligando a tomar una decisión entre los seres y el deber patrio. No hay compatibilidades posibles. Si en su otro personaje (Jason Bourne) nos encontramos a un agente de campo capaz de hacer milagos con las articulaciones de sus adversarios y matar con un clip, aquí veremos al típico cerebro que planifica las operaciones, decide a quién se mata y a quién se salva, sin despeinar y sin mancharse la manos de sangre en ningún momento.

Como he dicho, hacía mucho que no veía una película con ese toque de los que ya no se dan: tomarse su tiempo para desarrollar una trama sin que parezca forzada o artificial, cuidando los detalles, poniendo las palabras justas y los silencios necesarios en boca de sus personajes (insuflados por una retaíla de actorazos en papeles secundarios que harán las delicias de los más cinéfilos) y dejando un final que, sin ser desgracias, dista mucho de ser feliz. Junto con Syriana, creo que es una de las películas indispensables del género del espionaje.