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Todos son Bardem

Ya eran bien pasadas las tres de la madrugada cuando al fin se iba a anunciar el ganador al mejor actor de reparto. La encargada de leerlo no le imprimió emoción alguna, ni una pausa, ni nada que alargase el ya existente momento de honda expectación. Abrió el sobre y, sin más, como si tal cosa, lo leyó. "And the Oscar goes to Javier Bardem", así de llano. Así de simple. He de decir que, en ese fugaz momento, me alegré. Me sentí como el forofo que ve que el equipo de sus amores marca en la gran final a falta de diez segundos del pitido. Javier subió al escenario del imponente teatro Kodak y emitió un breve, sencillo pero a la par hondísimo discurso de agradecimiento a sus abuelos y a todos esos comediantes de la España maltratada y difícil. Suspiré.

Al cabo de los segundos me di cuenta de varias cosas, y el suspiro se convirtió en un retorcimiento de las comisuras y una ceja arqueada (no recuerdo cuál de las dos). La primera es que hay que alucinar con el estado de ánimo al que te predisponen los medios de comunicación. Somos como esponjas de sus emisiones emocionales, campos de cultivo donde se crean necesidades y anhelos que no son nuestros, pero que adoptamos como si perteneciesen a lo más íntimo de nuestro ser. Lo mismo les pasaba a los que estaban congregados en los cines Yelomo Ideal de Madrid, todos ellos cantando el "oeee, oeee" de los ganadores, como si hubiese ganado un hermano o un amigo muy íntimo y querido. Pero seamos sinceros: no somos nadie los unos para el otro y viceversa. Sí, los medios de comunicación nos modulan, crean en nosotros microatmósferas que nos son ajenas, nos engañan para que las fagocitemos, para que amemos y odiemos según el tema de moda en cada momento. Somos sumamente volubles.

La otra certeza que me invadió fue que nuestro cine es frágil e hipócrita. Nos pasamos la vida (y cuando digo nos, me refiero a ellos, a los que se dedican y viven del cine) lamiéndonos heridas antes de recibirlas, celebrando galas para recordarnos los guays que somos, pero lo impotente que es el arte contra la gran industria americana del entretenimiento. Presionamos para que las sala de cine pierdan dinero y exhiban un cupo de películas que nadie quiere ver y lloramos porque la piratería está esquilmando el templo de la séptima creatidad universal en su versión española. Pasemos por alto que no se preguntan por qué el común de los mortales pasa de ir al cine a verlos y opta por comprarse una copia mal parida en la manta. Pasemos por alto que la autocrítica brilla por su ausencia, quedando en el aire esa acusación lastimera al mundo por no saber comprenderlos y mimarlos como se merecen. Pasemos por alto también que no hay innovación en el cine español, que siempre se tira de fórmulas que ya apestan por caducas, aferrados a la subvención del Estado o de la cadena de turno, ajenos a la exploraci´pon de nuevas técnicas y géneros. No, siempre nos quedarán los Goya para repetirnos hasta la saciedad que somos unos incomprendidos lamentables, pero, eso sí, artistas hasta la médula... No como esos Spielberg y compañía, que solo saben hacer cine de cartón piedra.

El caso... El caso es que, si uno de esos Spielberg llamase a cualquiera de los nuestros, acudiría como abeja a la miel, con los ojos prácticamente cerrados (bueno, Bardem le dio plantón a Spielberg precisamente en Minority Report, papel que se llevó el bueno de Colin Farrel al final, pero tiene que haber excepciones en toda regla). Lo curioso de todo esto es que, sea con la película que sea, la aspiración secreta e íntima de los actores españoles es salir de esta casa de citas barata y cruzar el famoso charco, comprarse una casa en Pasadena y flipar como las estrellas. De repente se olvidan del activismo, de las reivindicaciones pseudoprogresistas, de su pena gremial, para abrazar todo eso que han criticado. No les culpo, pero me indigna que exhiban tan descaradamente esa doble moral. El discurso de Bardem de ayer resume todo esto, con una estatuilla en el puño, transmitiendo la sensación de haber culminado, de haber llegado adonde todo actor español quiere llegar, como si el homenaje a sus abuelos hubiese estado incompleto de no haberse codeado con los grandes de Hollywood. El caso es que le deseo suerte, a él y a los creadores de "REC", que ya han vendido la licencia de su película para que se haga una versión americana. No les he oído quejarse de que puedan banalizar su creación, por lo que asumo que también están satisfechos con la industria estadounidense.
Todos son Bardem Reviewed by Omar El Kashef on 10:38 Rating: 5

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