'Max Payne', dolor máximo

Algunos videojuegos sorprenden por lo mucho que pueden llegar a parecerse a una buena película. Ejemplos no nos faltan, y prueba de ello es que en los últimos tiempos el cine ha bebido más de los videojuegos que de cualquier inspiración propia.

El otro día fui a ver la adaptación a la pantalla grande de 'Max Payne', como no podía ser de otra manera dado lo aficionado que siempre he sido de dos de las entregas del juego. Era uno de esos juegos que parece colarse por la puerta trasera, pero capaz de dar mucho que hablar por su elogio al género negro policiaco. Monólogos tan largos como profundos, llenos de matices y metáforas inteligentes; argumentos tópicos, pero bien llevados y, sobre todo, personajes creíbles dentro de su papel. Eso era el videojuego. La película es otra cosa.

El amago de esos monólogos del ácido Max se esfuman apenas a los tres minutos de empezar la película, cuando de sopetón nos introducen en una forma narrativa convencional en la que se nos presenta a un Max Payne enfadado con el mundo, hostil y cabezota, por no decir gratuitamente violento. Eché de menos inmediatamente la ironía, el fatalismo y el sentido del humor de desahuciado, quizá porque el actor escogido (el pobre de Whalberg no levanta cabeza) ni siquiera se ha acercado al juego para crear su interpretación de un montón de bits que le dan un par de vueltas interpretativamente hablando.

Por otro lado, la película adolece de una estructuración del guión que la haga user friendly, saltando de un concepto a otro sin un orden sólido que no hace sino transmitir la sensación de que la historia no acaba de arrancar, ahogada en un permanente prólogo a algo que no sabemos muy bien qué será. En este sentido, los personajes se ven arrebatados de toda intencionalidad, los diálogos de toda mordiente y la historia de toda credibilidad, y eso que hablamos de un videojuego adaptado donde solo había que disparar. Volviendo a los diálogos, intenté encadenar más de cuatro frases seguidas que no contivieran un tópico por el tópico, y no fui capaz. Uno se da cuenta de que en el cine o en las novelas, por poner dos ejemplos, los creadores hacen que sus personajes digan cosas porque quedan bien en ese momento, no porque sea lo que mejor conviene a la historia. Pues, si bien esta adaptación no es el mayor exponente de esta lacra, el texto está salpicadito de situaciones breves, intercambios verbales infantilones e hilo poco definido.

La adaptación ha cogido la primera entrega del juego y ha fusilado prácticamente su argumento, quizá demasiado literalmente, lo cual ha redundado en un mucho abarcar para poco apretar. Lo que ha conseguido con sobresaliente es la recuperación de las calles nevadas de Nueva York, los planos de la ciudad, su cielo y su inclemencia climatológica. En esos momentos uno se siente levemente arrimado al 'Max Payne' original, aunque también da la sensación de que a veces sí, a veces no, se ha querido experimentar con efectos estilo cómic (como Sin City), pero de forma tan marginal e inconexa que la sensación final es la de estar ante un producto improvisado sobre la marcha o pococ onvencido del caminoque debía tomar. Tampoco quiero olvidarme del apartado del sonido, que en cuanto a los efectos de las armas, se lleva un sobresaliente como una casa, así como algunas secuencias ralentizadas que pretendían recordar la mecánica del propio juego.

En definitiva, 'Max Payne' ha sido un querer y no poder, empezando por el enfoque y el guión, y rematado por la desafortunada elección del actor principal.