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Caballo de batalla: a caballo entre la genialidad y un empacho de lágrimas


Si alguien me pidiera una opinión rápida sobre esta película, para ir o no a verla, le diría: "tienes que verla... pero asume desde el día anterior que vas a llorar". O como mínimo se os va a hacer tal nudo en la garganta, que ni la cocacola de las palomitas vais a poder tragar.

Si algo define a la película, como bien predijo Avatar en su comentario de mi entrada sobre el trailer de la misma, es que esta "se pasa (tres pueblos) con la baza del sufrimiento [del caballo]". Pero no os llevéis a equívoco: si bien es sentimental de narices, no deja de ser excelente en su planteamiento. Y es que es todo un reto contar la ridiculez, el absurdo y la esterilidad de los conflictos humanos, utilizando las vivencias de un animal que, por caprichos de la evolución más darwiniana, está sometido a los deseos egoístas y al salvajismo, de unos animales que han tenido la suerte de tener un cerebro más complejo que el suyo, mientras se narra, con muy delicada sencillez, como un caballo es capaz de amar, de aprender, de superarse y enfrentarse a sus miedos, mostrando mayor lealtad y nobleza que esos simios con aires de grandeza que pululan a su alrededor.

John Williams, por su parte, ha activado el interruptor más sentimental de su repertorio musical y hace que se multiplique por dos la carga lacrimógena de la película, con una banda sonora "melodramatic switch ON", mezclada con algunos toques de épica, que enfatiza, cual zapato para un pie, los momentos más profundos de la historia.

Del reparto, nada que destacar: es su pata más floja. No en vano, ninguna de sus seis nominaciones a los Oscar alude a esta parte del largometraje (vale, ya sabemos lo que son los Oscars... aunque es significativo). Pero es que la película está, precisamente, centrada en el caballo, de nombre Joey, y este va pasando por varios personajes que apenas pueden desarrollarse más de quince minutos. El único con más cuota de pantalla es su criador, Albert (Jeremy Irvine), y tampoco es que su papel esté muy trabajado, mucho peor interpretado: estático de principio a fin. Llamativa también la corta aparición de Benedict Cumberbatch ('Sherlock'), pero que se queda en eso, en llamativa, porque parece que se ha quitado la gabardina del Sherlock Holmes adaptado al S.XXI, para ponerse el uniforme de Mayor de Regimiento de Caballería Británica de la I Guerra Mundial sin deshacerse de la gesticulación y las maneras del genial investigador de Baker Street. El único que se salva es el caballo... y es fantástico.


La excelencia de la obra es el conjunto: la narrativa que, aunque peca de lentitud en numerosas ocasiones (cosa que está hecha adrede, por cierto), hace que quieras abrazarte al caballo y no soltarlo aunque te estén golpeando con un látigo de púas, mientras observas como los hombres se matan unos a otros sin ningún ápice de razón. Y es razón, precisamente, lo que aporta el caballo en medio de la locura de las trincheras, dando la oportunidad a enemigos mortales de conocerse el uno al otro, nuevamente a través de su propio sufrimiento, para descubrir que en realidad no son tan distintos como les han contado sus generales. Hay un relato corto, que escribió una vez un amigo mío, que ganó el segundo premio de un pequeño concurso literario. 'Sueños de Barro' se titulaba. Y contaba la historia de un soldado británico que, la noche anterior al asalto a las trincheras enemigas, asistía atónito a una reunión en esa misma trinchera que al día siguiente tendría que intentar invadir, donde soldados alemanes compartían sus alimentos con los británicos, a cambio del tabaco que traían estos, en un clima de cordialidad y amistad que escupía a la cara de los altos mandos que les enfrentaban desde un cómodo sillón. No he visto nunca una escena tan parecida a este relato como la que aparece en la película. Ni tan vívida, porque otra cosa destacable es, sin duda, la fotografía y su marcado cromatismo: la belleza de la juventud, la oscuridad de la guerra, la frialdad de la muerte o el horizonte crepuscular de los horrores ya vividos.

Es, desde mi humilde punto de vista, muy recomendable pero, eso sí, sabed que, más que una película del género bélico, vais a ver una película dramática que roza la extenuación.
Caballo de batalla: a caballo entre la genialidad y un empacho de lágrimas Reviewed by PACOP on 2:50 Rating: 5

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