El conocimiento del medio, ese gran desconocido
Colaborar con iniciativas editoriales te permite conocer mucha gente y los intestinos de una industria que en España no pasa por su mejor momento (¿y cuándo sí). Si ya las editoriales "normales" pasan dificultades para colocar su producto, en el caso de los juegos de rol la lógica debería dictaminar que, siendo un sector minoritario dentro de un ámbito más amplio y copetitivo, esas dificultades deberían verse magnificadas. Y lo cierto es que nosotros andamos a lo nuestro, debatiendo sobre posibles edades doradas del rol, ajenos a la realidad que nos rodea, cada vez más complicada debido a una crisis económica que a todos nos afecta de una u otra medida. Pero no quiero hablar del eterno debate áureo aquí, sino del hecho de que mi experiencia me ha permitido comprobar algo que me inquieta un poco: la abstracción de la realidad a la que nos hemos sometido como sector, tanto editores como profesionales y aspirantes a ambas cosas.
Vaya por delante que no puedo decir que esto sea una realidad generalizada, ya que me baso en mi experiencia personal, y a buen seguro estará sesgada por innumerables factores. Pero creo que, con todo, bien merece una reflexión.
Me parece que hemos cristalizado en la creencia de que hacer rol, hacer libros en definitiva, es tan fácil como tener una idea y plasmarla con unos dibujos resultones y una maquetación a dos columnas. Hoy, más que nunca, las fórmulas de financiación, como el crowdfunding, facilitan la realización de estos proyectos, pero muchos son también los que desconocemos exhaustivamente la legalidad que ampara las diferentes fórmulas de funcionamiento en este ámbito, por poner un ejemplo. El papel de la plataforma, el del promotor, el de los donantes de dinero... Hablamos de un terreno relativamente nuevo que abre la boca de muchos al poner a su alcance los sueños anhelados, pero con poca gente me he topado que me sepa decir cómo articular la financiación recibida respecto a la Hacienda pública, la repercusión en un producto tan concreto como es el libro, etc., hasta que se mete a ello y va aprendiendo sobre la marcha. Tampoco nos hemos parado a reflexionar sobre los vacíos legales existentes en este tipo de operaciones, y no son pocos los casos en los que ha habido tierra de por medio y si te he visto no me acuerdo. Ojo, no quiero decir que toda fórmula de financiación colectiva sea mala intrínsecamente, pero sí proclive a una opacidad que puede dar quebraderos de cabeza al promotor y al proveedor de fondos.
Pongo el ejemplo del crowdfunding porque es algo que vibra como nunca estos días a colación de proyectos que están en vías de desarrollo, pero también puedo referirme al desconocimiento (a veces inocente y otras menos) de los aspectos legales y fiscales que rodean a la actividad editorial. Nos envolvemos en tecnicismos sobre costos de impresión, la calidad del papel, el pegamento, el cosido, el color, la errata y todo lo que conlleva producción del material, pero muchos se quedan pasmados cuando surge el tema de los derechos, las retenciones, los contratos, etc.
No os lo creeréis, pero he encontrado a más gente de la que creía posible en este negocio tan pujante que no ha visto un contrato en su vida profesional como autor o ilustrador, sino un pacto verbal con una suma a tanto alzado. Mucha gente no sabe que lo que percibe es un anticipo de sus derechos de autor que ha de revisarse periódicamente desde la editorial, la cual, a su vez, debe ponerse al día económicamente con sus autores durante el periodo de explotación de su obra. ¡De verdad que hay gente que cree que vende un servicio puntualmente y luego es propiedad de su editor! Peor aún: hay quien suscribe contratos, cuando los hay, manifiestamente abusivos por pura candidez, y luego, cuando se da el abuso de facto, no tiene por dónde salir.
Lo que quiero decir es que, en mi experiencia finita y limitada, he visto que tanto una parte como la otra es, en ocasiones, desconocedora de sus derechos y obligaciones a la hora de establecer una relación laboral mientras el ruido ambiental se centra en debates filosóficos sobre el color de los metales y su transformación alquímica (en los que yo he participado, por cierto). ¿Sabe un autor lo que puede y lo que puede negociar en un contrato? ¿Sabe un ilustrador qué pasa cuando la obra que ha ilustrado se licencia a un tercero? ¿Sabe un editor que ha de facturar a profesionales facultados para ello y depositar las retenciones correspondientes? ¿Sabe lo que constituye la diferencia entre una reimpresión y una nueva edición? Son algunas de las preguntas a las que yo mismo me he ido dando respuesta desde mi propia candidez, ayudado por mi propio oficio y por, como ya he dicho, experiencia personal con otras personas. Se aprende muchas veces a palos, y no digo que sea mala manera, pero también se aprende mediante la inquietud y la curiosidad, cosas que a veces he echado a faltar, incluso en mí mismo tiempo atrás.
Lo cual me lleva al siguiente punto: ¿puede nuestra industria permitirse funcionar conforme a los cánones legales? Porque entiendo que muchos de los funcionamiento opacos se deben a que las iniciativas son tan modestas, a veces personales al margen de una empresa editora, que imposibilita hacer frente a los gastos derivados de una operación normal. Aquí es donde a uno le dirían: "nadie te ha puesto la pistola en la sien para ponerte a editar libros, aunque sea desde el salón de tu casa", pero derecho tiene la gente a intentarlo. Pero, insisto, ¿hasta qué punto la humildad de medios es excusa para funcionar en la linde de la legalidad y la economía sumergida, caso de haberla? Es más, me pregunto yo: ¿hasta qué punto esta tendencia a funcionar por debajo de los radares es causa, y no consecuencia, de la precariedad general que todos admitimos y achacamos a nuestro pequeño mercado?
Son preguntas sinceras a las que no tengo respuesta, pero quizá el sentir colectivo sí. Yo seguiré buceando en el apasionante mundo de las bambalinas para seguir apilando experiencias y más preguntas, que no se me ocurre otra manera de ver un poco de luz entre la relativa penumbra, pero una cosa tengo clara: nada funciona mejor que cuando todos los actores conocen sus derechos y obligaciones, los cuales solo pueden ser contemplados desde figuras documentales válidas y que, asimismo, tenemos muy poca costumbre de funcionar de ese modo. Si mañana alguien abriese un taller de aspectos legales de la edición, y no tanto de escritura o ilustración, me apuntaría el primero.
El conocimiento del medio, ese gran desconocido
Reviewed by Omar El Kashef
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11 comentarios:
muy interesante. supongo que en el marco de una microindustria que en mi opinión se fagocita a si misma e involuciona los aspectos legales importan poco cuando editas o financias 500 ejemplares. ;)
ya en serio, supongo que los ilustradores son los que más conocerán de los vericuetos legales. Supongo que a muchos autores "aficionados" con ver su trabajo publicado les importa poco el tema de los derechos y deberes. pero es cierto que habría que estar más informado. Imagino que es como en el tema de los derechos laborales, muchos no tenemos ni idea y asi nos va ;)
Pues yo creo que, seas pequeño o grande consagrado, no está de más hacer las cosas correctamente y promover y exigir que así se hagan. Si no nos tomamos en serio a nosotros mismos, difícilmente nos tomarán otros :p
Pues yo sería el segundo en apuntarme, primero por curiosidad y segundo por responsabilidad.
El tema que propones me parece que debería tratado con más asiduidad de lo que se hace, porque son aspectos que deben ser conocidos por todos para poder tratar de igual a igual y así saber todos a qué atenerse.
El miedo conservador no detendrá el progreso!!
Pues nada, Sergio, a ver si alguien con conocimiento de causa se anima a sacar el tema y todos aprendemos un poco ;)
Muy interesante reflexión. En el punto de contratos, tan malo es un acuerdo verbal como un contrato abusivo, como bien dices.
Yo creo que el debate de fondo es la profesionalización o no de una iniciativa editorial. Dado que el rol en papel es un sector pequeño, a veces se acometen los proyectos como un hobby venido a más, como un plus a una actividad diaria muy diferente.
Esto en general "escala bien" hasta un tamaño de proyecto (que suele suponer un número de personas, un techo de presupuesto, etc) pero es desastroso superado el umbral de "para esto tienes que ser un profesional, conocer el oficio, vamos".
Ya se ha comentado otras veces la naturaleza un tanto indulgente de la afición con estos temas porque ante la escasez, buenas eran las sensaciones de movimiento. Cuando haya más y más iniciativas, nos volveremos mucho más exigentes pero para eso calculo que aún queda tiempo.
Lo del tamaño y la envergadura del proyecto se ha empleado otras veces para "excusar" ciertas ligerezas, y puedo llegar a entenderlo. Pero lo que también pienso es que, romanticismos aparte, lo que se hace, a mayor o menor escala, es vender cosas a personas, lo que implica una transacción económica que está regulada en nuestro ordenamiento, tanto fiscalmente como normativamente entre las partes.
Lo que quiero decir es que que seamos pocos o aficionados con ambición no debería ser excusa para que un editor explote ideas a precio de saldo o un autor pueda permitirse ejercer como tal sin saber qué derechos y obligaciones tiene.
Como digo, romanticismos aparte, creo sinceramente que sería muy bueno para el sector que se tomase estas cosas más en serio o, en todo caso, la gente estuviese más informada. No creo que sea tanto ser más exigente en una curva creciente como sencillamente hacer las cosas como se han de hacer, que de paso así dignificas lo que haces y lo sacas, ya no del underground, sino de la economía sumergida y sus brumas.
¿No sería bueno para esta actividad que, además de todas sus virtudes, saliese del armario y generase riqueza más allá de quien crea y explota comercialmente? ;)
Sería bueno, sin duda, pero todo sector tiene una zona gris "inofensiva" (y a veces "irrelevante") que sobrevive bien con esa ignorancia, especialmente cuando esa ignorancia no cuesta vidas o millones de euros. Cuando la gente tenga su Red Box de AELMDE en las manos podremos contar el periplo que pasamos por basarnos en el buenrollismo en esa zona gris, lección que espero que haga reflexionar a otra gente, afortunadamente lo hemos resuelto bastante bien, será una historia que contar...
No sé muy bien de qué hablas con lo del buenrollismo, pero ya que lo sacas podrías satisfacer la curiosidad que me has generado :p
Jejejeje, no tenía que haber dicho nada, ahora estamos centrados en enviar el pdf final a imprenta, dejemos que pase un tiempo y habrá tiempo de comentar.
Si lo estabas deseando, ¡no me seas! :p
No sabía que formaras parte de la Marca.
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