Soy leyenda (opinión)

"Soy leyenda" es una de esas adaptaciones cinematográficas que te dejan buen sabor de boca. Leí la novela de Matheson hace algún tiempo y no me dejó indiferente. Es corta, va al grano y dice muchas cosas. Reconozco que en un principio me pareció de esos textos que van a menos conforme lo vas leyendo, pero su valor estriba en el contexto en que fue esrito y las metáforas que implica, que son muchas y casi todas relacionadas con el McCarthismo que llenaba los periódicos de la época: el doble juego de quién es el inadaptado, uno mismo o todos los demás.

Los puristas (a saber, los que creen que una adaptación es un trasvase puro y duro de un soporte a otro) se llevarán un fiasco, porque la peli en realidad es una fusión de "Omega Man" y la propia novela. Una fusión muy inteligente y bien llevada, he de decir, donde la creación de la opresiva atmósfera de ser el último hombre vivo (sano e inmune) del mundo se logra a las mil maravillas. En este sentido, Will Smith me ha sorprendido gratamente en una interpretación que tildaría de rayana con la excelencia, no porque antes me pareciera mal tipo, sino porque figuraba en mi lista de actores grises, de esos que ni fú ni fá. Ha sabido llevar muy bien el peso de ser el único actor constante de la película, probablemente gracias a un guión que no deja que te aburras, que te hace recelar de cada sombra y te oprime en la butaca. Momentos de tensión, mucha tensión, casi todos sin banda sonora (lo cual redobla el éxito) y sumo entretenimiento.

En "Soy leyenda", nos transportan a un dominio de sensaciones atávicas, con una ciudad ingente como es Nueva York convertida en una jungla, donde cazar y recolectar es tan viable como en cualquier entorno salvaje, donde los peligros acechan en cada rincón y cualquier predador puede convertir nuestro día de caza en el último (los animales del zoo se han escapado y han proliferado hasta dar lugar a auténticas manadas de venados por las silenciosas calles de Manhattan). Pero lo peor de todo es que en las sombras de los edificios quedan los vestigios de lo que fue la humanidad, los que fueron afectados por un terrible virus que los ha convertido en criaturas frenéticas y sanguinarias vulnerables a las balas de gran calibre y a la luz ultravioleta. Eso sí, lo preocupante es que no parecen una pandilla de zombis sin cabeza; de hecho hacen gala de una inteligencia que no deja de escalofriar a lo largo de todo el metraje.



Neville, el personaje de Will Smith, es un científico militar que en su casa reconvertida en búnquer sigue buscando la cura al virus en un obstinado intento de revertir la situación que ha devorado el mundo durante tres años, siempre con la compañía de su fiel pastora alemana Sam.

A pesar de los cambios de trama con respecto a la novela, creo que es una de las más fieles adaptaciones en cuanto a la transmisión de la agobiante tensión que te impele a morderte las uñas, aunque para estas cosas nunca hay nadie satisfecho y muchos verán en el final una desautorización del resignado realismo de Matheson en su novela. No digo más, hay que verla.