Mentes en blanco

Imagina que te despiertas en un almacén de productos químicos, desfogado y sin la menor pista de quién eres. No recuerdas nada, ni tu nombre, ni tu pasado ni qué demonios haces tirado en lo que parece el decorado de una película macabra. El caso es que no estás solo: mientras notas el sabor reseco de la sangre en la boca, ves que en una silla hay un tipo atado, otro cuelga de unas esposas atadas a una barandilla con un tiro en el hombro y en el suelo yace un tercero boca abajo. Todos están inconscientes, como tú hacía un segundo, y entonces suena un teléfono.

Así empieza Mentes en blanco, un thriller de situación con todos los ingredientes para pasar una tarde de palomitas y que, sin embargo, me ha dejado con ganas de más. La película trata de hacernos pensar en lo que nuestra identidad depende de nuestro entorno y de cómo todo puede cambiar drásticamente según factores ajenos a nosotros y, sobre todo, nuestro pasado. Es el escenario de un secuestro, donde unos son las vísctimas y otros los secuestradores, pero nadie sabe quién es quién. La trama se convierte en una carrera contrarreloj para ver quién recuerda antes y coge las riendas de una situación que se ha ido de madre. Recelos, tensiones, miedos, todo se da cita para mordernos las uñas mientras vamos conociendo a los personajes y sus motivaciones en este circo acotado.

Qué pena que los guionistas careciesen de la ambición de llevar esto al terreno de la exploración más introspectiva, porque al final la trama se va desinflando sola hasta reducirse a una historia vulgar, pero contada con visos de originalidad. A partir de cierto momento, te da la impresión de que un poquito más de enrevesamiento, de juegos de intelecto y mantenimiento de las incógnitas hubiesen podido dar con un resultado mucho más redondo y apetecible para paladares más exigentes. Quizá por ello, al final se trata de dar un rizo al rizo, buscando ese final que nadie podría prever, pero logrando, lejos de eso, una cantidad de minutos extra que el espectador no llega a agradecer ni mucho menos. Al menos pasé la tarde, pero esta película, oportunidad fallida donde las haya, no será de las que incluya en mi videoteca. Una lástima.