Iron Man (opinión)

Nunca he sido un comiquero hardcore de los que se conocen la vida de los personajes de pe a pa, ni de los que relinchan cuando en una adaptación cinematográfica el realizador ha tirado de licencia personal para explicar a su manera algún particular que le resultaba incómodo en su versión dibujada. Ha pasado en otras ocasiones, como por ejemplo en Spider-Man (de repente a Perte Parker no le da por crearse los depósitos de tela, sino que le sale de las manos como parte de su mutación, lo cual me parece más acertado).

Lo que sí recuerdo de los pocos cómics de Iron Man que leí en mi juventud es que el personaje de Tony Stark (Robert Downey Jr.) era más taciturno y menos irónico. Bueno, no es problema, habida cuenta de que esta película promete ser la primera de una saga, así que espero que a Robert lo hayan atado por contrato para que no lo arresten ebrio ni se mate con una sobredósis de a saber qué en cualquier puticlub de Malibú. Y digo esto porque el tío se sale. Se sale en la interpretación, en la credibilidad de su transformación interior y en el gran peso que tiene en la historia. De hecho, es una de las pocas pelis de superhéroes donde la tapadera (Tony Stark) y el alter ego (Iron Man) se reparten la pantalla a tajadas iguales, si acaso desequilibradas ligeramente a favor del de carne y hueso. Da gusto ver que no todo tiene que pasar por el tamiz de los efectos especiales, que aquí son el acompañamiento perfecto a una historia muy entretenida y a una interpretación genial. De hecho, el peso que se le da argumentalmente a Tony como creador del hombre de hierro (en realidad de una aleación de oro y titanio), dota a la película de una frescura que no aburre a los más profanos de este género, y cautiva a los que sí gustamos del cine más desenfadado y entretenido.

Lo mejor de la película es la ironía que desborda, la agilidad de un guión para públicos exigentes(absténgase los fans de Daredevil y Ben Affleck), la narración adecuada y sostenida de proceso de fabricación (literalmente) de un héroe que no tiene nada de súper. Y es que eso es lo que dignifica a Iron Man (y a Batman): no son mutantes, no son extraterrestres ni bichos raros, sino dos tipos forrados de dinero con una capacidad inventiva y una inteligencia que les posibilita ir más allá de lo que cualquier humano se atrevería. Eso sí, está visto que sin fortuna no hay héroes "humanos".

Lo de menos en esta película son los malos, que vienen a ser una excusa para seguir el documental del proceso de creación del héroe, con sus puntos flacos, sus fallos de prototipo y sus anécdotas variadas. Al final más o menos todos sabemos lo que pasará, aunque con algún que otro giro que nos sorprenderá dentro de la moderación.

Grandes también Jeff Bridges y Gwynneth Paltrow, mentor amigo del padre de Stark y secretaria personal respectivamente, en la necesaria función de agentes equilibradores de un ser cuya personalidad se desdobla a causa de un acontecimiento traumático. Está visto que con un buen guión y un planteamiento sobrio de la película, los buenos actores tienen cabida en un género que se está apoderando peligrosamente de las pantallas. Si el resultado va a ser como este o la nueva hornada del hombre murciélago, bienvenido sea el concepto (vuelvo a acordarme aquí del infame Ben Affleck y su ceguera de cartón piedra).

En definitiva, altamente recomendable y muy entretenida (risas incluidas).