'Ángeles y demonios', o los Illuminati que no iluminan

Por Avatar

Lo primero que uno tiene que hacer cuando aborda un post así es un ejercicio de autocrítica. Ya sé que nadie me mandó a ver esta película, basada en la segunda obra publicada en España del inefable Dan Brown. Pero es que uno siempre alberga la esperanza de que los productos con precedentes dudosos mejoren y lo sorprendan en la butaca.

No ha sido el caso.

'Ángeles y demonios' viene a ser un thriller con tintes ocultistas e históricos que se queda en la estela de 'El código Da Vinci', ambientado en esta ocasión casi exclusivamente en Roma (el Vaticano, para ser precisos). Lo que en un principio pretende apuntarse como una trama de proporciones tan hondas como el mensaje revolucionario que la anterior película (María Magdalena y Jesucristo, etc...), se queda en lo que es: una trama demasiado limitada por sus elementos. El hecho de que una conspiración afecte a la Iglesia católica y que con ello se pretenda poco menos que zarandear la base de la civilización humana, choca con el hecho de que hay miles de millones de seres humanos que no es que no sean creyentes, sino que directamente no son cristianos. Que los Illuminati van a petar el Vaticano (cualquiera que sepa de Historia sabe que el Vaticano es LA impostura histórica por excelencia), pues uno se encoge de hombros. Sería como si a un ciudadano de Pepete le dijeran que han arrancado el árbol de Guernika.

La película se empieza a acelerar tras los primeros compases, hasta convertirse en un frenético tour turístico por Roma (bonita, sin duda) que nos deja sin aliento, sobre todo habida cuenta de la falta de un correspondiente peso argumental que justifique tanto alboroto. Como en el resto de historias basadas en la obra de Dan Brown, ésta podría contarse sin la cantidad de personajes que figuran, todos ellos prescindibles hasta la irritación, huecos como ellos solos, incluido el propio Robert Langdon, que, una vez más, hará de voz en off de un documental dramatizado y que alguien confundió con una película. Película de recursos facilones, enigmas sintéticos muy apetecibles al paladar estadounidense y plataforma constante de anuncios automovilísticos (no es coña).

Poco más se puede decir de una peli que podría contarse en la mitad de tiempo y sin los actores. Aunque parezca una paradoja, es así. No se pasa mal rato, no te aburres, pero algo hace clic en tu subconsciente, rebelándose contra lo que éste puede intuir como un leve insulto a la disponibilidad del espectador en cuanto a su tiempo e inteligencia.

El único dato positivo que le saco es conocer más de cerca toda la parafernalia que yace bajo cada acto eclesiástico. Interesante hasta cierto punto, pero, insisto, justito, justito para el espectador que tiene clasificada a la Iglesia en su justo orden de prioridades existenciales.