Y Fausto dijo que no

Mucho se ha hablado de la cuarta edición de D&D. A mí lo que más me interesa es el debate paralelo y de verdadero calado que ha acompañado a esta historia desde la sala de paritorio de las rumorologías hasta los hechos que vemos hoy en el mercado internacional del rol. Se trata, ni más ni menos, que de la particular versión rolera de la historia de Fausto y la venta de su alma al diablo. En este caso, el diablo es Wizards of the Coast (mil perdones a ese "último humanista", como llamaba Al Pacino al diablo en 'Pactar con el diablo', que no es mi intención ofender).

Es evidente que el mundillo del rol depende, como todos los demás, del concepto cíclico de la vida. Toda subida tiene su bajada, etc. De unos años a esta parte, ese Microsoft de los juegos de rol que se llamaba OGL ha campado a sus anchas, pero el impulso inicial, convertido ya en inercia, tenía que llegar a un punto de casi detenimiento. Si algo es WotC es una empresa (me da igual que sea de rol, de miniaturas o de sujetadores de fantasía), y lo que prima es ganar dinero. Loable e inmune a cualquier crítica. Como iniciativa lucrativa que es, es normal que destine buena parte de su esfuerzo a renovar las fuentes de ingresos cambiándonos los esquemas de vez en cuando. Es la misma razón por la que el gigante informático que mencionaba antes saca un sistema operativo tras otro, y cada cual con más lacras y fallos. El objetivo no es mejorar al anterior, sino crear una nueva necesidad en el consumidor y obligarle a modernizarse para no quedar descolgado del mundo binario.

Algo parecido ha ocurrido con esta cuarta edición y el torpedo que lleva adjunto: la GSL (Game System License), o, lo que es lo mismo, el nuevo contrato para vender más y mejor el alma de uno al diablo. Podrá decirse mucho acerca del nuevo sistema de juego de la cuarta (cada vez más similar a un videojuego de rol masivo por internet y susceptoible de ser jugado como cualquier cosa menos como una plataforma interpretativa de entretenimiento), que ahí no quiero entrar, pero la trampa que lleva adosada a los bajos, la nueva GSL, es ese sistema operativo lleno de bugs y códigos ocultos que sabemos que nos atrae a la par que nos asegura cosificarnos hasta convertirnos en pura nada frente al gran dios creador de juegos en tetrabrick. Convencidos de esta nueva necesidad artificialmente creada, muchos se han apuntado al carro del pensamiento único rolero (entre ellos Red Brick, cosa que lamento porque les ha caído uno de mis juegos favoritos, que es Fading Suns, y parece que lo están explotando con el ojo del culo), convencidos de que, como en otros tiempos, el mundo girará su eje para que comamos todos de la misma mano.

"Es una oportunidad para que quien no pueda, saque material muy vendible", me decía un tendero hace años, defendiendo la legitimidad de la OGL. Sí y no. Que yo sepa, nadie en WotC te va a subvencionar la editorial, así que si eres pobre antes de OGL, también lo eres después y tu iniciativa, o se va a la mierda o te la subvenciona un crédito blando del Estado. Sin embargo, eso te permite crear material facilón para la franquicia de rol que más vende, sin necesidad de currarte demasiado un básico y esperar que a la gente le guste. OGL significaba apuntarse a caballo ganador antes de saber quién compite. Y creo que he dado en el punto cardinal del asunto: todo esto se reduce a funcionar como una franquicia, donde el franquiciador pone las condiciones (forma de usar el reglamento, forma de presentar el contenido, etc.), y el franquiciado se dedica a hacer su agosto con conceptos más de prestado que otra cosa. En otras palabras, a mi modo de ver, OGL es el asesinato premeditado y con alevosía de la creatividad rolera.

Ahora nos viene la GSL. Como he dicho, es el Windows Vista del rol. Más colorido, más guay, más mejor, pero con unas condiciones draconianas para con el franquiciado que dejan en pañales cualquier contrato del ángel caído que puedas firmar con tu propia sangre. En primer lugar porque es probable que no tengas sangre suficiente en todo tu cuerpo y el de tu familia como para cumplir con el calado que se te exigirá desde WotC. En segundo lugar porque el contenido se delata a sí mismo.

Algunos ejemplos: aduciendo la defensa de su propiedad intelectual, la empresa americana convierte el contrato de licencia en un pelotón de fusilamiento que no trata a terceras editoriales como socios explotadores, sino como lacayos. Si WotC demandase a una de estas editoriales por cualquier razón, aun perdiendo el juicio, según estipula el contrato, se le debería pagar las costas del mismo. Vamos, que demandar o ser demandado equivale a una forma de hacer dinero, y sienta un precedente no grave, sino escandaloso. Por otra parte, WotC puede cambiar el contendio de la licencia en cualquier momento sin la obligación legal de informar a los formantes, lo cual enlaza perfectamente con lo anterior. Para qué decir más.

Pero yo creo que el tiro les ha salido por la culata. Este método de franquicia draconiana, por sus características, solo puede funcionar de manera óptima una vez, pero cuando el percal se descubre, las subsiguientes solo podrán hacerlo precisamente si se tornan más y más restrictivas, hasta llegar a un punto de entropía e implosión que obligará a cambiar el paradigma desde su misma raíz. El truco ya está inventado y descubierto. Los imitadores de sistemas genéricos con licencia adjunta abundan a poco que los busques por ahí. Es la fórmula de la Coca Cola cuando llega a La Casera. Mola, pero ya no deja boquiabierto... a menos que te pongan la pistola en la sien y te obliguen a bailar la lambada.

La prueba nos viene llegando, aunque con el paso del tiempo tendremos suficiente perspectiva para emitir mejores juicios. Solo destaco dos casos: por un lado Paizo, con su Pathfinder, que no solo anuncia que no se adhiere a los criterios de la cuarta, sino que se pone a fichar a algunos gurús creativos de la tercera en calidad de asesores creativos. La polémica lleva tiempo sirviéndose y no hace falta esperar para saber cómo acabará todo; más que nada porque el mero hecho de que haya polémica ya hace que chirríen los mecanismos de la GSL. El otro gran ejemplo es el de Green Ronin, una editorial que admiro por la inteligencia que parece mostrar en su política y en el acabado de sus productos. Ya han dicho que no se apuntan a al nueva franquicia por considerarla demasiado restrictiva. Dicen que se centrarán en su propio material y que, en todo caso, seguirán explotando el reglamento de la tercera que, por otra parte, en juegos como M&M ya se está modificando hasta parecer un sistema mejorado.

Esto me reafirma en que, para que una editorial triunfe, ha de ser autónoma en todos los sentidos. Y para ello la independencia creativa es fundamental. Quien crea que porque explota lo que otros crean se hace grande, se equivoca. Se hace dependiente y, por ende, prescindible en un plazo o en el otro. Si la madre cae, ellos se caen. Si la madre dice que se ahoguen, ellos se ahogan (aunque la madre siga respirando). Esos emprendedores que un día lo vendieron todo a un color, ahora tienen dos opciones: revender el alma al diablo con cláusulas más castrantes que antes, si cabe, o tomar el camino difícil y que nunca debieron desestimar.

¿Os imagináis que cara habría puesto el diablo si Fausto al fin le dice que se vaya a freír espárragos? Pues está pasando. Y, aunque en su momento nadie habría apostado por ello, es posible que el tiro les explote en toda la cara a los de WotC si la pandemia de la libertad de pensamiento se extiende.

Es lo que tiene ser americano para todo, incluso para hacer los juegos de rol...