¿Qué precio tiene tu dignidad?

Ésta fue la primera pregunta que me hice cuando supe del paquete Welcome Back que Sony ponía en marcha para resarcir a sus usuarios después de la fuga de información de PSN. Si no lo sabéis, os pongo en antecedentes.

Hace varias semanas, la plataforma PlayStation Network sufrió el hackeo más importante desde que se puso en marcha. Millones de usuarios vieron sus datos comprometidos, incluidas contraseñas, identidades y números de tarjetas de crédito. Mucho se escribió en su momento sobre lo inaudito que era que una empresa tan aparentemente seria como Sony fuese tan vulnerable a este tipo de ataques. No olvidemos que la información es una de las monedas de cambio más cotizadas, ya no sólo en la red, sino en cualquier ámbito de la rutina económica de los ciudadanos. No os extrañe que muchos servicios de la red se presenten como "gratuitos", declaración a la que sigue el proverbial "darse de alta" con nuestros datos y esos dichosos campos obligatorios del asterisco. Señores, nada es gratis. Y todo lo que se tilda como tal, lo pagamos con creces con nuestra información persona. ¿Cuántos de nosotros se han parado a leer todas las cláusulas de los acuerdos que "aceptamos" para darnos de alta en un servicio? Pocos, y yo el primero que no.

Pero no nos desviemos. El caso es que los datos de muchos usuarios de PSN, entre los que me incluyo, salieron volando de los servidores de Sony para acabar en un proceloso mercado que ansía saber dónde tenemos la escotilla para tirar de ella y bombardearnos con ofertas hechas a la carta (por no hablar del peligro objetivo de que te desvalijen en tiempo real la cuenta bancaria). ¿Y cuál fue la solución de Sony? Compensar a sus sufridos clientes, tras la restauración, con una jugosa oferta llamada Welcome Back, que consistía en bajarse dos juegos gratis de PS3 y PSP y una suscripción de un mes para los usuarios de Music Unlimited, entre otras cosas. Lo curioso es que los juegos disponibles para la descarga no eran, en ningún caso, lanzamientos de última generación, sino títulos como 'LittleBigPlanet' o 'Ratchet and Clank: Quest for Booty', quie ya viven la prejubilación en forma de colección Platinum. En otras palabras: viejas glorias que ya apenas no tiene mercado.

Pero ahí no acaba la cosa. Según me enteré ayer, resulta que la jugada está aportando a Sony más beneficios que otra cosa, ya que se ha detectado que segundas entregas de estos títulos (como 'InFamous 2') regalados están experimentando un aumento de ventas inesperado y considerable. De hecho, parece que, sin quererlo, han descubierto otra forma de marketing de videojuegos, muy parecida a las técnicas de los camellos de esquina, que te regalan género para luego ofrecerte "algo mejor". No es de extrañar que Sony haya anunciado que este año se gastará 20 millones de dólares en el desarrollo de juegos exclusivos para PS3. No digo que esté relacionado, pero sí que la coincidencia no deja de ser perversa.

Así pues, yo me pregunto: ¿qué precio le han puesto los directivos de Sony a la dignidad de sus clientes? ¿De verdad la prostitución del sancta sanctórum de todo ciudadano, que es su información privada cedida a la custodia de Sony, vale lo que cuestan dos juegos prácticamente descatalogados y una palmada en la espalda? Me maravilla que la gente no haya dado la espalda en masa a Sony por esta tomadura de pelo, pero la vida es así. No podemos escurrir el bulto de nuestra culpa en los abusos a los que se nos somete. Es más fácil mirar a otro lado y conformarse con la zanahoria atada al palo. Pero el que nos vendamos tan barato no quita que lo que han hecho en Sony sea un despropósito como una catedral.

En serio, mi dignidad vale más que dos descargas y una suscripción de treinta días.